Las tres “es” de las células cancerosas
El sistema inmunológico, como ejército invisible que patrulla continuamente por nuestro cuerpo buscando intrusos, tiene la capacidad de reconocer un alto porcentaje de células cancerosas como algo extraño y eliminarlas. Es el proceso que se conoce como fase de Eliminación inmunitaria. Parece que nuestro sistema inmunitario es muy bueno en esta etapa, o al menos al principio.
Sin embargo, algunas células cancerosas logran sobrevivir esquivando a la policía interna. No crecen descontroladamente, pero tampoco son eliminadas. Están en un estado de espera, acumulando pequeños cambios que les ayudarán más adelante. Es la fase de Equilibrio. De esta forma, parece que existe un periodo de latencia entre el final de la fase de Eliminación hasta el principio de la fase de Escape.
Por último, en la fase de Escape las células tumorales han modificado su capacidad de ser reconocidas por el sistema inmunológico aprendiendo a disfrazarse y camuflarse. Desarrollan trucos para evadir la detección, y eso les permite crecer y multiplicarse sin ser molestadas.
De forma astuta, aprenden a emitir las mismas “señales de paz” que las células sanas generan para que el sistema inmunitario no las ataque por error. Estas señales de paz se conocen como puntos de control inmunitarios, y su función es dormir a ese ejército que nos defiende cuando nos encontramos en una situación segura. Así, finalmente, las células tumorales pasan inadvertidas al sistema inmunológico y el tumor logra crecer y aumentar su agresividad. Entonces, lo que parecía un sistema inmunológico eficaz contra el cáncer, resulta ser engañado por el propio tumor, que lo manipula en su beneficio para expandirse rápidamente por nuestro cuerpo.
En resumen, el cáncer no solo es una enfermedad de células descontroladas, sino también una batalla constante entre esas células y nuestro sistema inmunológico donde, en ocasiones, el cáncer logra tomar ventaja.
Pero la historia no termina ahí. Mientras el tumor se pavonea con su disfraz y celebra su supuesta victoria, aparece un nuevo jugador en escena: la inmunoterapia.
Una nueva arma del ejército invisible
La inmunoterapia es una técnica terapéutica que aprovecha las poderosas armas del sistema inmunológico para identificar y destruir células cancerosas, incluso aquellas que se esconden tras esos disfraces ingeniosos. Ayuda al sistema inmunitario a reconocer que el disfraz que llevan puesto no es más que una artimaña, y que su verdadera naturaleza supone una amenaza que debe ser eliminada.
Antes del siglo XXI, los principales tratamientos para el cáncer eran la cirugía, radioterapia y quimioterapia. Pero hubo un momento revelador hace más de un siglo en el que los científicos notaron algo peculiar. Descubrieron que algunos cánceres avanzados desaparecían completamente después de que las personas afectadas sufrieran infecciones bacterianas graves y, en consecuencia, una gran activación del sistema inmunológico. Esto hizo que se plantearan una pregunta: ¿puede el sistema inmunitario combatir el cáncer?
La inmunoterapia nació como respuesta a esta pregunta y revolucionó por completo la forma en que tratamos el cáncer. En lugar de apuntar solo a las células cancerosas, los científicos se dieron cuenta que tenían que considerar todo el entorno en el que crecen los tumores, lo que llamamos el “microambiente tumoral”. En ese microambiente no solo conviven las células cancerosas, sino un grandísimo repertorio de diferentes células entre las cuales se encuentran las del sistema inmunológico.
Al contrario que la quimioterapia tradicional, que tiene como principal objetivo eliminar las células que se dividen rápidamente, la inmunoterapia se centra en ayudar al sistema inmunológico a reconocer al cáncer como algo extraño y eliminarlo de manera que evite el crecimiento tumoral y su diseminación.
“Está aquí para quedarse”
“Se cometieron muchos errores en la investigación sobre cáncer, no sabíamos lo suficiente sobre el sistema inmunológico. (…) La inmunoterapia está aquí para quedarse y podrá combatir muchos tipos de cáncer”. Así expresaba el inmunólogo James Allison su certeza tras recibir el Nobel de Medicina en 2018 junto al inmunólogo Tasuku Honjo.
Los tratamientos de inmunoterapia son mucho más específicos que otras alternativas terapéuticas como la ya citada quimioterapia, lo que conlleva efectos secundarios menos severos. Además, al impulsar la memoria del sistema inmunológico permite seguir reconociendo al tumor como “extraño”, prologando así su acción y ofreciendo potenciales beneficios a largo plazo.
Y a diferencia de los métodos tradicionales, como la radioterapia o la quimioterapia, que a menudo no son curativos, la inmunoterapia ofrece una perspectiva diferente. Una vez que el sistema inmunológico genera los soldados que salen y matan a las células cancerosas, los tenemos para el resto de nuestra vida. Esto hace alcanzar supervivencias prolongadas para algunos pacientes que reciben este tipo de tratamiento.
Sin embargo, cabe preguntarse por qué la inmunoterapia no es un tratamiento para todos los pacientes con cáncer.
Tumores fríos y calientes
El cáncer es un conjunto de enfermedades diversas y, como tal, cada tumor tiene su propio comportamiento. Nuestras células inmunitarias son las principales aliadas en el tratamiento de la inmunoterapia contra el cáncer. En algunos casos, más del 40 % del tumor puede estar compuesto por estas células defensivas. Es lo que se conoce como “tumor caliente” y parece responder mejor a este tipo de tratamiento.
Por otro lado, hay tumores con pocas células inmunitarias infiltradas, como el glioblastoma. Conocidos como “tumores fríos”, en ellos la inmunoterapia no resulta tan eficiente. No obstante, se están estudiando estrategias para incrementar la cantidad de células de defensa infiltrantes en estos tumores y así mejorar la eficacia del tratamiento.
Además, se están investigado características concretas de los pacientes con cáncer que puedan ser predictivas para identificar cuáles son los que se beneficiarán más de la inmunoterapia.
“Por supuesto, si bien es posible que no haya tratamientos verdaderamente curativos, existen muchas terapias que pueden prolongar la vida, con calidad de vida, hasta que aparezcan esas nuevas curas. Hay mucha ciencia en desarrollo y se está avanzando rápido. Yo diría que es momento para el optimismo. Pero tenemos un largo camino por recorrer, que también requiere trabajar duro y necesita el apoyo del público para lograrlo”, confió en otra entrevista James Allison.
Este artículo resultó ganador de la IV edición del certamen de divulgación joven organizado por la Fundación Lilly y The Conversation España.
Candelaria Aguilar García, Investigadora predoctoral en Inmunología Tumoral (ISPA), Universidad de Oviedo
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.